Teatro María Guerrero: en el piso de arriba Yerma, en el sótano una mujer que encuentra en el coito anal una experiencia metafísica y un auténtico acontecimiento literario. En los dos casos la sexualidad femenina, dependiente de la maternidad o liberada de ella. Pensé que el sexo anal era una provocación, para incentivar en las mujeres el destape verbal que los hombres rehúyen. No, va en serio, una atractiva bailarina narra con eficacia cómo una mujer de cuarenta encontró el éxtasis relajando los esfínteres.
Texto de Toni Bentley, adaptado por Isabelle Stofel.Actúa Isabelle Stofel.
La puesta en escena la firma Sigfrid Monleón, el espacio Alicia Blas, la escenografía Alain Bainée.
Sala de la Princesa del Teatro María Guerrero, Madrid, 18 enero al 17 febrero 2013.
Toni Bentley: escritora y columnista, fue bailarina del New York City Ballet, su quinto libro es esta crónica de la sodomía como hallazgo gozoso, y opción sexual femenina que ella recomienda explorar (a las mujeres).
La historia concreta no la debo contar, debéis ir a verla si os atrae la temática (sois más de los que parece). Pero entendí que detrás de la Rendición-sumisión-relajación absoluta-abandono, había algo relacionado con la liberación femenina; dice la autora que no disfruta con el coito vaginal, que alcanza los orgasmos con el cunnilinguo, con caricias y con abrazos de tríos con mujer y hombre; en fin, una relación de opciones sexuales explícitas muy gozosas y que implican desinhibición y franqueza verbal. Es un placer escuchar a una mujer que el coito vaginal no es la panacea, que el sexo va mucho más allá, y que el deleite del cuerpo (femenino) hace feliz a una mujer.
El espectáculo es agradable, la intérprete es una mujer bellísima y joven que mueve su cuerpo y habla sin pausa, enhebrando experiencias sexuales y percepciones interiores. Se emociona de manera muy convincente al verse atrapada en el ansia del amante, ese amante casi único con el que se ha liberado. El espacio japonés es bello y la acción continua aporta ligereza a un monólogo muy literario.
El hombre (su imagen literaria) es un mero agente de placer, un hombre especial: inteligente, sereno, paciente, generoso… ¡Como que es un masajista de manos grandes y fuertes! La rendición al hombre lleva aparejada la dominación del juego sexual, hasta que ella cae en dependencia, y sufre hasta encontrar otro agente de placer.
¿Es teatralmente interesante? Quizá si traspasara el límite de una crónica personal, o si entre el público asistente la provocación hiciera mella abriendo puertas… ¿Qué pasaría si la intérprete no fuera tan bonita? O si tuviera la edad de la autora, o aún mayor… ¿Cómo reaccionaríamos ante una mujer mayor hablando desinhibida de sexo? Visto así, lo que vi anoche es un espectáculo muy complaciente con el macho. Y le faltaba el humor que sí tiene la autora, mucho más socarrona y menos ceremonial.